"El secreto para mantenerte joven es vivir honestamente, comer despacio y mentir sobre tu edad”. Lucille Ball
El envejecimiento facial, es percibido por muchos como un signo inevitable del paso del tiempo y por otros como algo que debería poder retrasarse o prevenirse. Es cierto que la belleza esta en el interior y que lo importante no es el aspecto que ofrecemos, pero sin embargo, sabemos o sentimos que estamos siendo juzgados constantemente, y lo sabemos porque nosotros consciente o inconscientemente, juzgamos a otros por su aspecto o por su forma de vestir.
Muchas personas, particularmente aquellas que se mueven en escenarios muy competitivos social y profesionalmente, quieren parecer lo más jóvenes posible, durante el mayor tiempo posible.
La demanda de tratamientos estéticos se ha disparado en las últimas décadas, una de las posibles causas que se han encontrado es el llamado “baby boomer”, una generación que ha visto a sus padres envejecer prematuramente y que esta entre los 35-60 años.
Por este motivo los productos y técnicas “anti-aging” han proliferado y son una fuente de ingresos enorme para muchas empresas y profesionales. Muchos dicen haber descubierto “la fuente de la eterna juventud”, tener productos milagrosos que sólo ellos conocen.
¿Quién se fía de alguien que promete un tratamiento milagroso que nadie más conoce?
El mercado de la cosmética ofrece muchas veces esto mismo, los consumidores no tienen el conocimiento suficiente para juzgar la veracidad de lo que se anuncia y no saben que los productos cosméticos, no son considerados medicamentos, por lo que no necesitan pasar por los mismos controles científicos que los fármacos. Estos controles entre otras cosas, estarían orientados a demostrar su eficacia y su seguridad.
Los cosméticos se venden bajo el reclamo de envases que parecen medicamentos y con anuncios de “estudios científicos que los avalan”, muchas veces no es cierto, las compañías, amparándose en la protección de la propiedad de las formulas, no las distribuyen por canales científicos.
En las consultas “perdemos” un tiempo valioso en explicar a los pacientes por qué ese bote de crema que les ha costado 300 euros puede no ser lo que promete o por qué puede no ser necesario usar 6 tipos de crema distintos cada día.
Las características de un cosmético ideal deberían ser:
-Eficacia científica demostrada.
-Resultados inmediatos y duraderos.
-Escasos efectos secundarios.
-Prevención.
-Beneficios sobre la textura, pigmentación, laxitud, etc.
Como siempre en medicina los tratamientos deben ir orientados a la causa que ha provocado aquello que queremos tratar. La piel envejece en respuesta a numerosos factores que son individualizados en cada persona. Esta claramente demostrado que la exposición solar y el tabaco, lo aceleran. La musculatura de la cara tiene algo único y es que se inserta directamente en la piel, así años de contracciones repetidas dan lugar a arrugas de expresión (hiperdinámicas).
Por todo esto el tratamiento de la piel debe estar en manos de los especialistas...
Arg... había escrito un comentario y la conexión ha caducado con mi maravilloso ancho de banda :_(
ResponderEliminarDecía más o menos que una vez te conté que tuve la suerte de que mi profesor de Dermatología (a quien tú conoces) fue muy bueno.
No digo su nombre por aquello de la intimidad, pero sí que voy a trascribir una cita que se me quedó grabada:
"Recuerden ustedes que, en el terreno de la medicina estética, sólo dos cremas han demostrado su efectividad mediante la evidencia: el protector solar y el retinol para las estrías. Y, para colmo, el retinol no se puede dar a embarazadas."
Pues eso.