Carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, un poco de
calcio, una pizca de azufre, un leve espolvoreo de otros elementos… Nada que no
puedas encontrar en una farmacia y eso es todo lo que se necesita para que
existas.
Ese es el milagro de la vida.
…
Mi primer contacto con la medicina como ciencia,
fue con pocos años. Un libro de primaria cayó en mis manos por casualidad. Un libro
manoseado, pintarrajeado… A ratos detestado… Un libro lleno de dibujos muy
sencillos, por no decir simples.
Uno de esos dibujos llamó mi atención, era el de un
cuerpo humano cortado longitudinalmente, un plano frontal perfecto, como si lo
hubieran hecho con un gran cuchillo. Allí descubrí que estábamos llenos de
cosas. No estábamos huecos, como las muñecas con las que mis amigas y yo
jugábamos. Descubrirlo fue alucinante.
Sin embargo, lo único que pensé en aquel momento
fue ¿Cómo saben que somos así? No podía imaginar que alguien hubiese cortado a
otra persona para mirar dentro como había hecho yo con mi pobre Nancy.
Para mí aquello rozaba el mundo de lo sobrenatural,
era magia. Lo leí aquella noche antes de dormir. Emocionada, casi a escondidas…
Resultó decepcionante. Describía los órganos, dónde estaban colocados,
explicaba para qué servían, pero no contestaba mi duda. ¿Cómo habían llegado a
saber que eso era así?
Con el paso de los años tuve en mis manos muchos
libros de texto y asistí a muchas clases. Muy pocos se acercaban a lo que yo
consideraba “interesante”. De hecho muchas me resultaron extraordinariamente
aburridas.
A muy temprana edad, había descubierto que la forma en la que
te enseñan algo puede despertar tu interés e implicarte o entrarte por un oído
y salir rápidamente por el otro sin dejar ni rastro.
Ese mismo reto lo tenemos a diario con nuestros
pacientes, cuando hablamos con ellos intentando explicarles su enfermedad o el
tratamiento a seguir. Se trata de comunicarnos a un nivel que no sea demasiado
técnico, distante o exigente, pero tampoco demasiado superficial.
Muchos pacientes con psoriasis, por ejemplo, van de
dermatólogo en dermatólogo para intentar reducir, o al menos, controlar los
síntomas de una enfermedad crónica que puede afectar drásticamente su calidad
de vida. Algunos casos son obstinadamente resistentes al tratamiento, y aquí
los dermatólogos deberíamos pensar si la causa es tan simple como la NO ADHERENCIA del paciente, es decir, que no estén haciendo bien el tratamiento.
Cuando estudiaba medicina, el tema de “la
adherencia” fue de esos temas que nunca se explican ni se mencionan. Incluso hoy
en día, el porqué algunos pacientes no responden a los tratamientos sigue
siendo una cuestión difícil de saber.
De hecho, existe un curioso estudio en el que a los
pacientes se les dio la crema que debían usar dentro de unos botes que tenían
un dispositivo que detectaba cada vez que eran abiertos. Ellos, por supuesto no lo
sabían.
Muchos pacientes que decían estar usando
correctamente el tratamiento pero que no les funcionaba, en realidad no lo
hacían bien. Y ayudó a ver que no era un fallo en el tratamiento, sino en lo que se
conoce como “adherencia al tratamiento”. El tratamiento era correcto, pero el
paciente no lo usaba. En algunos casos incluso se vio que los pacientes habían
vaciado el bote de crema justo antes de entrar en la consulta.
Y al igual que me pasaba a mi de niña, lo
importante muchas veces no son los datos sino saber el porqué de esos datos.
En la psoriasis leve o moderada, lo primero que
está indicado son los tratamientos tópicos, es decir, en cremas. Los usamos
antes de utilizar los tratamientos sistémicos que pueden tener muchos efectos
secundarios. Pues bien, resulta
que los pacientes con psoriasis leve, suelen hacer peor el tratamiento,
especialmente cuando se trata de ponerse cremas.
¿Motivos? Puede haber muchos.
No todos los pacientes tienen el tiempo o la
paciencia suficiente para ponerse una crema una o más veces al día durante
mucho tiempo.
Otra de las razones por las que algunos pacientes
deciden no tomar o aplicarse su medicina puede ser por una mala relación
medico-paciente. Falta de confianza, de comunicación. No basta con hacer un
diagnóstico perfecto y poner un tratamiento adecuado, además tienes que
conseguir que el paciente confíe en ti y lleve a cabo ese tratamiento.
Durante la carrera de medicina y en la
residencia, aprendemos a diagnosticar, y después a prescribir el tratamiento
adecuado para lo que hemos diagnosticado… pero ¿Cómo nos aseguramos que el
paciente hace ese tratamiento? Ayuda bastante hablar con el paciente. Sí. Preguntarle
directamente si lo hacen, si tienen tiempo, explicar las ventajas… establecer
una relación de confianza, mostrarnos comprensivos y cercanos.
Algo muy simple que a veces no hacemos por falta de
tiempo o descuido, es dar instrucciones claras y por escrito. Así evitamos
malentendidos y olvidos. No podemos esperar que recuerden todo lo que les
decimos, a nosotros nos pasaría igual. Son demasiadas cosas a la vez. Podemos utilizar
materiales educativos proporcionados por asociaciones de pacientes, los hay
impresos y en muchas páginas web.
Por otro lado, incluir al paciente en la toma de
decisiones sobre su enfermedad es imprescindible, para ello tiene que estar
correctamente informado y si decide que en lugar de un ungüento pegajoso
prefiere ponerse un liquido en la cabeza, aunque los libros digan que es algo más
eficaz el ungüento, lo importante es que lo use, así que... buscamos otros
vehículos: soluciones, hidrogeles, espumas…
No tiene sentido recetar un tratamiento que sabes
que no quieren ponerse.
La frecuencia de las consultas también es importante.
Se sabe que cuánto más difícil o engorroso es un tratamiento más importante es
que la siguiente revisión sea lo antes posible. En un estudio publicado en la
revista de la Academia Americana de Dermatología, se comprobó que la adhesión
al tratamiento era mayor en los dos días previos y posteriores a la revisión.
Este comportamiento lo estudiaron en tres enfermedades: la dermatitis atópica,
la psoriasis, y en el eczema manos. Es lo mismo que ocurre cuando tenemos que ir al
dentista, que nos lavamos más los dientes antes de ir.
Pero ¿podemos hacer revisiones con tanta frecuencia?
¿tenemos tiempo? o ¿lo tienen los pacientes?
Existen soluciones ingeniosas que aprovechan los
recursos de las nuevas tecnologías. Las consultas virtuales. En un estudio
sobre acné, les daban a los pacientes una tarjeta de visita con un enlace a una
encuesta en Internet donde tenían que contestar las mismas preguntas que en una
revisión presencial. Los resultados fueron esperanzadores. Estos pacientes que
usaban las “citas virtuales” más frecuentes tenían una mejor adherencia al tratamiento.
Y por último, MAKE IT SIMPLE, MAKE
IT QUICK.
esta semana fuí a mi control, el dermatologo me hizo las preguntas que tocaban, y entre tantas, me dijo: cuantas veces usas la crema? mi respuesta fué muy clara, sólo una al irme a dormir, durante el día es muy molesto, casi imposible untarte las manos de crema y seguir tu jornada, se resbala todo de las manos, moviles y tablets son táctiles..
ResponderEliminarSe quedó ojiplático!! su respuesta: tienes toda la razón, pero me sorprende que nunca nadie me lo haya dicho esto...
Me llegué a preguntar si la gente cumplía con sus tratamientos..porque este incordio yo diría que es el de los más habituales...
En fin, es cierto que es importante la relación con el paciente, y hacerle entender de la importancia y beneficios que tiene su tratamiento, que entienda la situación, luego claro está, el paciente decide.
SAludos!
Soy estudiante MIR y sigo tu blog desde hace unos meses. Es, sin duda, el blog que he encontrado que más me gusta leer! (La anterior entrada me dejo con los pelos de punta). Me encanta como escribes, de verdad.
ResponderEliminarUn saludo
soy un Paciente con psoriasis severa.No pyedo estar mas de acuerdo con usted
ResponderEliminarHola .me encanta tu blog,y me gustaria pedirle si podria hablar de las operaciones q hay para la ereutofofia.
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