Quiero
hablaros de un hombre que conocí hace unos días. Un hombre joven, de piel y
ojos claros, agradable. Al entrar a la consulta me tendió la mano con
firmeza y me dijo “buenos días” mirándome a los ojos a la vez que sonreía
tímidamente.
Comenzó
mostrándose preocupado por los lunares de su espalda.
Como es
habitual en una consulta rutinaria, le pregunté por enfermedades previas,
alergias, operaciones…
“Lo
típico de la infancia. Me operaron de anginas… Ah! También tengo psoriasis.”
Durante
nuestra conversación, intuí que él ya me conocía. Soy muy despistada, a veces
me suenan las caras y tardo en situar a las personas, por eso quise saber si yo
lo había visto antes. Me dijo que era la primera vez, pero que él había leído algunos
de mis post.
Le exploré
los nevus comenzando por la espalda… tórax, cabeza, brazos… de forma metódica,
para no olvidar nada. Iba anotando todo en la memoria.
“Nevus
compuestos, Nevus junturales, no signos dermatoscopicos de alarma… regulares,
uniformes…”
Miré
retículos, pigmento, patrones, glóbulos, vascularización… uno por uno.
Hacía
algo de frío, ya que el aire acondicionado seguía puesto en la consulta. Aquí en septiembre el verano acompaña a las primeras hojas caídas. Le dije que
podía vestirse. Todo estaba bien. Hasta ese momento me había olvidado de su
psoriasis, no tenía ni una sola plaquita.
“Tengo
también algo de psoriasis en la cabeza y aquí, en el codo izquierdo”. Lo dijo
señalando una diminuta placa que, en la exploración de lesiones pigmentadas, yo
había pasado por alto.
Comprendí
su interés por seguir hablando de ese tema.
“¿Desde
cuándo tienes psoriasis? ¿Tiene alguien más en tu familia?” Preguntas que
acudían a mi mente de forma mecánica, mientras tecleaba el informe sobre los
nevus que acababa de explorar.
“Yo
estudié informática y he trabajado en ese mundo hasta hace un año en que decidí
que quería ser policía como mi padre…”
Levanté
la cabeza del teclado y dejé de escribir sobre formas y colores de los nevus
porque comprendí que esa no era la razón por la que estaba allí. Quería pedirme
que hiciera algo por él, algo más allá de esa visita.
“Hace
cuatro años mi padre enfermó, pasó mucho tiempo ingresado. Yo me turnaba con mi
madre para cuidarlo. Lo pasamos muy mal. Al poco tiempo de morir fue cuando
tuve mi primer brote de psoriasis. Me he tratado desde entonces con diferentes
cremas, y después con tratamiento vía oral… Ya estoy controlado.”
Me
describía y explicaba todo con palabras técnicas, argumentando de forma
impecable cada cambio en su tratamiento. Era muy inteligente, y estaba bien
informado.
“Hace un
año decidí que quería ser policía como mi padre, pero cuando vi las bases de la
convocatoria y los motivos de exclusión médica, pensé en renunciar… se que a él no le habría gustado esto. Soy buen deportista, me cuido, como sano… pero todos
los esfuerzos que he hecho preparando esta oposición no van a servir para nada.
No tengo una enfermedad contagiosa, apenas un poco de caspa en la cabeza y
alguna placa en los codos o en raras ocasiones en las piernas. Eso no me impide
ser policía. Quiero pensar que esas son normas antiguas que no se han revisado desde hace años...”
Desde que
hablé con él, he estado intentando comprender la razón de esta exclusión (lo
podéis leer aquí), buscando convocatorias para policías de diferentes países (algunos ejemplos aquí o aquí).
En otros
países, entre los motivos de exclusión médica es cierto que está la psoriasis,
pero también es cierto que no es un motivo de exclusión absoluto. En esas
convocatorias se habla de psoriasis severo o que afecte palmas y plantas, y en
ese caso, es sólo motivo de exclusión para policías que van a “patrullar a
pie”. Y “aconsejan” tenerlo en cuenta, no excluir sólo por este motivo.
La
psoriasis no es contagiosa y en la mayoría de los casos es una enfermedad leve,
que puede estar presente durante años en forma de una “caspa intensa” o unas
“uñas amarillas”, sin que el paciente sospeche que es psoriasis. En la piel se
manifiesta con mayor frecuencia como placas rojas con descamación y
prácticamente asintomáticas que afectan sobre todos a codos o rodillas. Los
casos extensos, graves e invalidantes son muy poco frecuentes y hoy en día
disponemos de tratamientos con los que controlar muchos de ellos.
Creo que
poner la psoriasis como causa de exclusión sin definir qué tipo de psoriasis y
en qué casos, es injusto para un 3% de la población, que es el porcentaje de
personas que la padecen. Además de resultar estigmatizante para ellos.
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