martes, 26 de octubre de 2010

¿DOCTOR QUE HARIA USTED EN MI LUGAR?

Casi a diario escuchamos esa pregunta por parte de nuestros pacientes, o bien esta otra: ¿Qué haría usted si fuera su hij@?
Esa es la cuestión; ¿respondemos y decimos sinceramente lo que nosotros haríamos o nos limitamos a dar información objetiva, datos estadísticos y nos callamos en espera de que firmen el consentimiento informado?

Bertrand Russell en La perspectiva científica, dice al respecto: “un médico que aconseja un régimen lo hará después de tomar en cuenta todo lo que la ciencia tiene que decir en el asunto; pero el hombre que sigue su consejo no puede detenerse a comprobarlo y esta obligado por consiguiente a confiar no en la ciencia, sino en la creencia de que su médico es un científico”.
Esto refleja la relación tradicional médico-enfermo: la asunción por parte del médico de decisiones que afectan a los intereses del paciente. Se basa en principios paternalistas y  de beneficencia.

Tras la revolución social y cultural del siglo XVIII, hizo su aparición la Democracia participatoria, con el principio de autonomía como el más importante en la ética médica, los factores que dieron lugar a esto según distintos autores, fueron entre otros:
            -Desconfianza creciente hacia la autoridad en general.
            -Mayor nivel de educación.
            -Movimientos por los derechos civiles.

Se produjo una revolución científica y tecnológica, a la vez que social y cultural; dando lugar a los principios de la bioética moderna, justicia y autonomía. La autonomía ha desplazado a la beneficencia como base de la ética médica (bioética).

Autonomía, término griego que significa: “Facultad para gobernarse a sí mismo”, es la capacidad del ser humano para pensar y emitir juicios sobre algo que le afecte.

La capacidad de autogobierno, es algo arraigado en el ser humano, dando lugar al derecho al respeto por parte de los demás.

La vulnerabilidad del enfermo y su dependencia respecto al saber médico en algo tan sensible como la vida y la salud. El cambio comenzó en los albores del siglo XX en los EE.UU. y poco a poco se ha ido extendiendo por todas las democracias de corte occidental.

El concepto de salud y enfermedad no es sólo algo objetivo, determinado unilateralmente por los médicos, sino también una experiencia subjetiva donde los valores del afectado son claves para determinar lo que le conviene. El médico ya no puede saber por sí solo en qué consiste “hacer el bien” al paciente. La voz de éste es imprescindible.

Pero “no existe la libertad sin información”,

La Ley de Autonomía del paciente (ley 41/2002)  habla de información adecuada, es decir, de información ajustada a las circunstancias personales, familiares o sociales del paciente. Así, el artículo 4.2 de ésta señala, literalmente, que “la información clínica forma parte de todas las actuaciones asistenciales, será verdadera, se comunicará al paciente de forma comprensible y adecuada a sus necesidades y le ayudará a tomar decisiones de acuerdo con su propia y libre voluntad”. Por lo tanto, el médico recupera parte de la potestad que ya tenía antes, en virtud de la cual, podía decidir, en beneficio del paciente, suministrar la información de manera progresiva o de manera ajustada a las circunstancias del paciente. La información no deja de ser verdadera, pero se permite su matización con el fin de impedir un daño moral al paciente.

También, la nueva regulación establece que la información que el profesional sanitario debe facilitar al paciente será esencialmente verbal, de manera tal que se vuelve a recuperar la importancia que reviste el diálogo entre médico y paciente en detrimento del, en muchas ocasiones, puro formalismo que representa la firma del denominado protocolo de consentimiento informado. El artículo 4.1 señala, literalmente, que “la información, que como regla general se proporcionará verbalmente dejando constancia en la historia clínica, comprende, como mínimo, la finalidad y la naturaleza de cada intervención, sus riesgos y sus consecuencias”, añadiendo, a continuación, el artículo 8.2 que “el consentimiento será verbal por regla general”.

Los pacientes tienen derecho a conocer los riesgos y codecidir con el médico lo que afecta a su salud, el médico así mismo debe adquirir nuevos conocimientos técnicos acerca de la competencia de los pacientes para asumir responsablemente las decisiones.

Cuando los pacientes me preguntan ¿Qué haría usted en mi lugar?, pienso en todo esto y en el derecho a elegir del paciente, el derecho a elegir una medicina paternalista, ¿Por qué no? Siempre doy toda la información acerca de su patología, si es benigna y sólo un problema estético me muestro neutral: “eso es como si me pregunta de que color me tiño el pelo” suelo contestar. Si es algo importante para su salud, si que intento razonar con ellos y convencerlos, pero nunca hacer ningún tratamiento en contra de su voluntad.

Mill: “ La única restricción a la libertad es el daño a los demás, no el daño a uno mismo”.

1 comentario:

  1. No puedo estar más de acuerdo... siempre digo que el acto asistencial es como una negociación de rehenes, en la que hay que gastar mucha saliva. No se trata sólo de hacer el diagnóstico correcto y proporcionar el tratamiento más adecuado. Ellos deciden y de ti depende que entiendan la información (a veces es misión imposible, pero se intenta)

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