En mi trabajo casi a diario intento convencer a algún paciente sobre la importancia de dejar de fumar. Que el tabaco perjudica ya estamos hartos de oírlo, pero todavía me sorprende cuando opero a alguien de un cáncer de labio y en las revisiones al acercarme, noto que ha fumado. “¿No sabe usted que el tumor del labio era una cigarrera? ¿Y que se puede morir de eso?”. Algunos me miran con cara de resignación y otros con cara de “no se de que me esta hablando”.
Comprendo que es difícil dejar un hábito tan arraigado físicamente y socialmente, pero el esfuerzo merece la pena.
Y si necesitáis más razones para dejar de fumar añadir el envejecimiento prematuro de la piel. El tabaco acelera el proceso normal de envejecimiento de la piel contribuyendo a la aparición de arrugas, no sólo en la cara, sino también en otras partes del cuerpo, por ejemplo flacidez en los brazos.
¿Cómo lo hace? La nicotina provoca un estrechamiento en la luz de los vasos sanguíneos, disminuyendo el flujo de sangre a la piel, con lo que esta recibe menos nutrientes. Otros componentes dañan las fibras elásticas y de colágeno. Por no hablar de las arrugas de expresión alrededor de la boca cuando se aspira el cigarrillo.
Es el mismo planteamiento que hacemos a veces en pacientes con cáncer de piel que no se terminan de creer que, en parte, está provocado por la exposición solar. En cambio, cuando les explicas todo el tema del fotoenvejecimiento, más de una empieza a ir con más cuidado... cuantos más argumentos, mejor.
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