Se sentó en la silla como si estuviera en la butaca de su casa frente al televisor. Su madre habló por él mientras él la miraba con un gesto de burla, casi de desprecio.
“Llevo meses intentando traerlo a la consulta y mire como viene, no consigo que se corte el pelo, no quiere ponerse ropa limpia, sólo se viste con esas camisetas rotas. Seguro que habrá pillado algo y además se rasca como un mono, hasta me pica a mi de verlo”.
Aquella señora bien vestida, con su perfecto cabello de peluquería, había arrastrado a su hijo de 17 años hasta la consulta y traía preparado un monologo sobre su estado de salud y lo que ella pensaba que tenía.
Desde que entró a la consulta, la madre no dejó de regañarle, de exigirle, de advertirle. Yo intencionadamente me lo llevé a la zona de exploración y le dí la espalda a la madre, dirigiéndome sólo a él. Pero a cada pregunta que formulaba al chico, este, miraba a la madre para que contestara ella.
Decidí explorarlo, le hice desnudarse de cintura para arriba y me fue mostrando las lesiones a las que su madre hacía referencia, las más recientes, eran menores de un centímetro, rodeadas de un halo eritematoso y cubiertas con costras hemorrágicas. Curiosamente, estaban distribuidas simétricamente, en el radio de acción de las manos. También tenía lesiones antiguas en forma de cicatrices rosadas o rojas, algunas atróficas y con forma lineal.
Las tenía en brazos, dorso de manos, hombros, cara, y especialmente en hombros y pecho. El no parecía darles importancia. Yo no le veía ninguna lesión inflamatoria reciente, nada que no estuviera rascado, salvo algunas lesiones de acne en la cara.
En esta situación sin salida y viendo que la madre empezaba a enfadarse también conmigo porque no le pedía a su hijo pruebas de alergia, ni le iba a hacer análisis para ver como tenía las defensas, le pregunté si me dejaba conversar con su hijo a solas. Tan pronto como la madre cerró la puerta tras de si, le pregunté si era buen estudiante y me contestó que “estaba pensando que hacer con su vida”.
En los últimos dos años no había hecho prácticamente nada, salía casi a diario, tenia moto, móvil de última generación, portátil y tele en su cuarto. Vestía descuidadamente, pero con ropa de marcas que me sonaban de las revistas de moda. Hablaba de forma descoordinada y mientras lo hacía, se arrancaba costras de los brazos y las manos a la vez que se mordía las uñas. Cuando surgió el tema de las salidas , de lo que consumía, su respuesta fue: “tomo lo mismo que los demás. Cuando me fumo un porro y me bebo una litrona, no quedo decepcionado como con la gente”.
Todo esto para mi era una incongruencia, estaba realmente preocupado por su cuerpo, por su aspecto y, al mismo tiempo, se estaba autodestruyendo porque no le daba importancia a fumar y beber.
Yo tenía una gran sensación de frustración, ¿tenía sólo un problema psicológico? o ¿era un reflejo de esta sociedad que promueve la pasividad entre los jóvenes? Jóvenes que lo tienen todo. ¿Tendría esa misma actitud si hubiera nacido en otro contexto, en una situación sin recursos, donde su esfuerzo fuese la única vía posible para prosperar?
Los pacientes que padecen excoriaciones neuróticas, se sienten obligados a rascarse, pellizcarse o frotarse la piel de forma compulsiva hasta que aparecen las lesiones. Son conscientes de su conducta autodestructiva y se sienten infelices y culpables. En un 30-90% de casos existe un estrés psicosocial que precede a estos ataques. Suelen tener rasgos de personalidad obsesiva y con gran represión de las emociones. Con frecuencia presentan un estado de depresión o ansiedad enmascarada.
Típicamente las lesiones aparecen en zonas accesibles y con distribución lineal, los arañazos se los hacen en forma de ataques, que pueden durar horas, casi siempre en el mismo periodo del día, lo mas frecuente a la hora de acostarse.
A veces son difíciles de diferenciar de algunos cuadros como Papulosis Linfomatoide o Parapsoriasis Liquenoide y Varioliforme, así como la frecuente infestación por Sarna.
La morfología, la distribución de las lesiones y la historia clínica son claves para el diagnóstico y orientación de estos pacientes.
Ese muchacho lo que necesita es que la madre le deje en paz, que le deje crecer, que le deje vivir .... nada nuevo bajo el sol ....
ResponderEliminarLa madre a terapia, el problema es de ella, no del chico, él solo tiene los síntomas ....
Esto me recuerda a mi especialidad. Dermatología familiar y comunitaria :) Salu2.0
ResponderEliminarEs muy interesante ver que en efecto donde más necesaria es la sanidad pública es en el tratamiento de patologías psicosociales. Si hubiese tiempo para todo esto en la sanidad pública, la profesión sería apasionante. Pero lamentablemente no creo que haya demasiado tiempo de seguir al chico...
ResponderEliminarEl problema no es solo de la madre. A estas alturas de la historia ya es de ambos. Lamentable que no tengamos el tiempo.
ResponderEliminarQuizás el problema es que este chico sabe o cree que aunque no haga nada en la vida, aunque no se esfuerce, seguirá teniéndolo todo.
ResponderEliminarPor eso aquí la consulta con un psiquiatra/psicólogo que les de a él y a sus padres pautas de conducta es fundamental.