domingo, 29 de enero de 2012

CURIOSIDAD

Aquella noche no había luna, aquella noche, Isabel de 26 años, repasó uno a uno todos los días de su propia y confusa vida. Soltera, sin hijos… y no por falta de oportunidades… hacía años que había dejado de darse tiempo para sueños románticos.

Un mes antes su madre la abrazó sin derramar una lagrima en la puerta de casa y le preguntó “¿eres feliz?” Mientras lo recordaba, el ruido de las olas deshaciendo la playa a mordiscos le hizo tiritar de soledad. Se sentía sin raíces, siempre con la maleta preparada…

Había pasado noches incontables mirando al techo, esperando el amanecer. Intentando distraer su mente, cerraba los ojos y se decía a si misma “buenas noches”, se lo decía a todas y cada una de las partes de su anatomía, empezando por los parpados y terminando por las uñas de los pies… pero el insomnio, a menudo, ganaba la batalla.

Tumbada en el sofá, la ventana abierta y los pies bien abrigados, su cabeza vagaba dando tumbos y su memoria le jugaba malas pasadas…

La llevó hasta el día en que asistió a un seminario en la facultad. Hacían un “test de curiosidad” a las ratas… les daban fármacos estimulantes en diversas dosis y las soltaban en un circuito con orificios. Tenían que contar las veces en que las ratas se asomaban, “curioseando”, a los orificios y las veces en que pasaban olímpicamente de ellos… Consistía en correlacionar la dosis recibida por las ratas con sus capacidades cognitivas y entre ellas tenía gran importancia la “curiosidad”…

Aquél día llegó a la conclusión de que “la curiosidad no mató al gato”... como se suele decir… “al gato lo mató la desidia, el aburrimiento”“No quiero ser como el gato,” pensaba, y su mente voló en otra dirección.

Recién aprobado el MIR, comenzaba una nueva etapa en la que tendría que tomar decisiones continuamente… y tenía tantos datos almacenados en su cabeza que había empezado a creer que eso de “el saber no ocupa lugar” era totalmente falso. En unos pocos días se daría cuenta de que sí que lo ocupa y el resto de su vida estaría determinada por esos conocimientos… por mantenerlos siempre actualizados, por seleccionar los más útiles, por usarlos como herramientas hasta llegar a resolver casos, a dar un diagnóstico… a mantener esa curiosidad…
.......

Pero... ¿Cómo decidimos los médicos?

Nos guían básicamente cuatro factores: Riesgo, Beneficio, Alternativas y Expectativas…

Riesgo, o mejor riesgos, el de la enfermedad frente al del tratamiento.

Beneficios… los tratamientos deben mejorar tanto la calidad como la “cantidad” de vida y a ser posible ambas. Aquí influye también la actitud de los pacientes, su colaboración, y para eso tienen que estar informados de forma realista con datos basados en la evidencia.

Alternativas… cualquier decisión medica tiene dos opciones como mínimo, “tratamiento” o “no tratamiento”  y ahí entra de nuevo nuestra capacidad para desenredar la madeja usando nuestros conocimientos… observando y teniendo en cuenta los detalles que nos aporta cada paciente.

Y expectativas… nos permiten dar una visión “matizada” de la situación. Algunos somos demasiado optimistas al transmitirlas, mientras que otros, tal vez a la defensiva pecamos de pesimistas…

Aquella noche no pudo sospechar que se encontraba en una encrucijada trascendental y que el camino que escogiera determinaría su futuro y el de otras personas…


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