La pirámide nasal, esa compleja estructura anatómica
de la parte central de la cara, resulta imposible de esconder, y para colmo es
una zona de máxima incidencia de carcinomas, algunos muy agresivos.
La piel que la recubre no es igual en toda su
superficie. En la parte superior, entre las cejas, es elástica, fácil de
despegar y extensible. A medida que te acercas a la punta de la nariz, se va
haciendo más gruesa, porosa y llena de glándulas.
Y luego están las aletas
nasales, bien adheridas al cartílago que tienen debajo. Todo un reto para el
cirujano que se enfrenta a su compleja geometría de convexidades, paredes
planas y concavidades…
En ese espacio tan reducido se apiñan huesos propios,
musculatura, arterias, venas, nervios… cada uno en un plano diferente.
Así que cuando aquel paciente de mediana edad entró a
la consulta exhibiendo su Carcinoma Basocelular en el lado derecho de la nariz,
junto a la aleta nasal, antes incluso de que dijera hola, mi cabeza ya estaba
diseñando mentalmente una plastia para reconstruirla.
Era un hombre activo, deportista, todo el día
expuesto al sol. El tumor era de poco más de un centímetro de diámetro,
eso para la nariz y teniendo en cuenta el margen de seguridad, es enorme. Con el
dermatoscopio, se veían muy bien los vasos en forma de ramas de árbol
característicos del Carcinoma Basocelular. Aún así le hice una pequeña biópsia
para confirmar el diagnóstico.
En la siguiente visita, le expliqué que, aunque no es
un tumor que normalmente dé metástasis; dada la profundidad, su edad y la localización, lo
mejor era extirparlo con cirugía.
“Doctora,
tengo la tensión alta, pero es porque soy una persona nerviosa. Labilidad o
algo así me dijo el cardiólogo. Yo no quiero enterarme de los pinchazos de la
anestesia. Las cicatrices me dan igual, yo sólo quiero que me lo quite y
quedarme tranquilo.” Era un hombre
algo tímido pero resuelto.
La mayoría de las cirugías en la nariz, pueden
hacerse sólo con anestesia local. En los casos en los que hay que hacer grandes
despegamientos de piel, usamos lo que se conoce como sedación consciente. Y
esto fue lo que decidimos hacer con él.
El día de la operación el anestesista, mientras le coge la vía, le explica: “Se va a dormir, lo
justo para que puedan pincharle la anestesia local y que no se entere, después
se quedará despierto, pero como atontado. No va a sentir ningún dolor.”
Junto a su cabeza nos situamos mi ayudante y yo. Con un rotulador estéril, dibujo el margen de
seguridad alrededor del Basocelular. Como es en la nariz, hay que ser más
conservador para no dejar un defecto (o sea, un agujero) demasiado grande. Esto
lo hago con el paciente aún despierto y hablando con él. En el quirófano
siempre reina una atmósfera alegre.
También dibujo un pequeño triángulo sobre la zona
donde va a quedar el defecto y al lado de este prolongo una línea hasta la piel
que hay entre la nariz y la mejilla con forma de dedo. Este es un trozo de piel
sana (colgajo) que después vamos a cortar, levantar y desplazar para tapar la
zona donde estaba el tumor.
El paciente nos cuenta que hace triatlón, kite-surf, ciclismo; que no puede vivir sin el deporte. Mientras, el anestesista va empujando el
embolo de la jeringa con el Propofol dentro de la vía. Y ahí empieza el viaje… Cuando no están sedados profundamente, los pacientes hablan y hablan, algunos se desinhiben, la mayoría luego no se acuerdan.
“Doctora
¿hace deporte?” Me lo dice con voz apagada,
mientras cae en un plácido sueño. “¿Yo? Salgo
en bici, hago Pilates, algo de gimnasio, depende de la semana y del trabajo que
tenga.”
Ahora es el momento de pinchar la anestesia en la
zona, ya no se va a enterar. El pulso, la tensión, la saturación… todo bajo
control. Me pasan el bisturí y empiezo a cortar alrededor del tumor.
“Doctora la
invito a salir.” Balbucea a duras
penas.
“¿En bicicleta?” Le respondo
yo, concentrada en los pequeños vasos que hay que pinzar y coagular. “No, la invito a cenar.”
Las carcajadas del anestesista y del auxiliar se oyen
hasta el pasillo. La enfermera me mira ojiplática por encima de la mascarilla.
“Menos mal
que luego no se va a acordar.”
Comento yo. Él sigue... “Carpe Diem doctora. ¿Esta
casada? Le voy a traer una caja de bombones.”
Al final se duerme profundamente. Y mientras voy
suturando el colgajo en su sitio, él empieza a roncar.
Cuando terminamos, mi ayudante me mira y me dice: “Si alguna vez me tienen que sedar, te pido
por favor que no me dejes hablar…”
………….
Colgajo Nasolabial
Anda... una zetoplastia... como decía mi derma favorito q es un encanto de persona... igual que tu...
ResponderEliminarmuchas gracias "lil"
ResponderEliminarMe encantan tus post :)
ResponderEliminarEnhorabuena, tienes un gran blog