La primera vez que escribí tu historia, sonaba tan
horrible… Un trasplante de corazón, sí tenías dos fechas de cumpleaños… Una
larga estancia en la UCI y tras esto algún revés que te había vuelto a llevar
al quirófano en varias ocasiones. Mientras hablábamos, tu relato era
interrumpido por profundos suspiros de tu mujer.
Según tu informe previo lo único que te quedaba por hacer
era un montón de pastillas y rehabilitación.
Ese fue más o menos nuestro primer encuentro.
Contabas una historia desafortunada, mezclada con sacudidas de la cabeza. Te
sentías malhumorado e indefenso. Y tu familia encogiéndose de hombros.
La batalla ya se había librado y la daban por
perdida. Tu suerte en la vida estaba echada a menos que ocurriera algún
milagro.
Tenías un equipo de médicos realmente preparados, inteligentes,
con mucha experiencia. Habían consultado con otros y toda su capacidad
intelectual junta no habían conseguido hacerte sentir mejor. Al menos, no de la
manera en que tu definías “mejor”.
Entre todos te habían arrancado de las garras de la
muerte. Así que técnicamente estabas mejor. Pero era triste ver tu cara… habías
llegado a la conclusión de que escapar de las garras de la muerte no significaba
escapar de otras garras… Seguías encadenado a una medicación crónica que te
provocaba numerosos efectos secundarios, entre ellos tumores en la piel.
En ese primer encuentro decidí que necesitabas algo
más, algo que no fuese sólo ciencia. “No hay ninguna razón para que no puedas
encontrarte mejor. Y me refiero a razón fisiológica.”
Hablamos de lo que significaba estar “mejor”.
Mejor significaba que tendrías que pelear.
Significaba determinación y empuje a través de numerosas idas y venidas al
hospital. Significaba mantener el ánimo y hacer todo lo posible para no
sucumbir bajo la manta sofocante de la depresión. Ese día hicimos una especie
de pacto. Te dije que lucharíamos todos contigo, que seríamos un equipo…
De esto hace casi 15 años…
………..
El cáncer de piel no melanoma es
el más frecuente en el ser humano, y es aún más frecuente en personas
trasplantadas que toman inmunosupresores de forma prolongada para evitar el
rechazo. El comportamiento de estos tumores en ellos es más agresivo y tienen mayor
probabilidad de recidivas.
El riesgo aumenta en aquellos pacientes
con daño solar crónico, es decir con gran cantidad de radiación ultravioleta
acumulada a lo largo de su vida, y con infecciones por el virus del papiloma
humano.
Los tumores de piel se deben tanto
a la disminución de la actividad inmunológica como a los efectos oncogénicos
directos vinculados a algunos inmunosupresores, y depende del tipo de fármaco
(corticoides, ciclosporina, sirolimus, etc), de la dósis y del tiempo de
inmunosupresión.
El manejo de estos tumores depende
del tipo y número de lesiones. Las terapias incluyen cirugíá, crioterapia,
curetaje y láser. Ninguno previene la aparición de casos nuevos o la recidiva
local y este es el principal problema.
Los pacientes inmunosuprimidos
tienen un riesgo elevado de queratosis actínicas (que son lesiones
precancerosas) y de evolución a carcinoma invasor, por eso siguen revisiones
periódicas intentando tratar las lesiones que van apareciendo lo antes posible.
......
Os dejo con una historia con muchos finales felices
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