jueves, 25 de octubre de 2012

ENSAYO Y ERROR


En mis esfuerzos por dar sentido a la imagen de mi mente, la idea va llegando gradualmente… Es una historia que nunca dejaré de contar porque me parece que tiene mucho que enseñar…

Ese día hablaba con una paciente y su acompañante. La conversación con ella era fácil, fluida, como nos gusta a los médicos que sean las charlas con nuestros pacientes. Su presión arterial estaba algo elevada, probablemente descontrolada por el tratamiento que tomaba para la psoriasis.

Sin saber como, me encontré escuchando, con una mezcla de admiración y asombro, lo que el familiar tenía que decirme mientras desdoblaba un historial médico frente a mí, como si fuera una servilleta de lino.

“…está en la segunda etapa de la hipertensión esencial. Ahora mismo toma un diurético tiazídico. Si sigue alta, habrá que añadir un bloqueador del canal de calcio.”

Me dio una explicación clara de las opciones de tratamiento. Citando incluso ensayos clínicos de siglas impronunciables que deletreaba para que yo lo comprendiera. Proporcionándome pruebas de porqué cada combinación de medicamentos era o no la mejor para su familiar.

“Pero… ¿Se esta tomando bien todas sus medicinas?” Pregunté cuando terminó.

El acompañante me aseguró algo enfadado, que por supuesto, que se estaba tomando la medicación, que caminaba una hora diaria y que cuidaba su alimentación evitando el consumo de sal. Que era una mujer cuidadosa y estricta, y que, tal vez, sería necesario añadir una tercera medicina antihipertensiva o reducir la dosis del fármaco para la psoriasis.

Tengo que admitir que había memorizado más evidencia medica de la que yo soy capaz, y me lo explicaba con frases como: “…se administró el medicamento a 3100 varones al azar frente a placebo…” Yo normalmente, sólo me fijo en el impacto final que un estudio puede tener para el tratamiento de los pacientes.

Fue entonces cuando de nuevo me centré en la paciente, y nos sumergimos en esa charla fácil de domingo por la mañana. Parecía muy sensibilizada por todas las cosas que estábamos diciendo. Como muchos pacientes, traía sus cajas de medicamentos en una bolsa de plástico, yo le dí las gracias por ello y le pregunté si le importaba enseñármelas otra vez.

Él tenía razón. Esta mujer parecía tener todo controlado. El pelo gris recogido en un moño apretado. El lápiz labial cuidadosamente aplicado. Y una blusa con volantes dispuestos ordenadamente a lo largo de la parte delantera.

Me dediqué durante un rato a calcular la cantidad de pastillas que se había tomado desde que se hicieron las recetas y cuando terminé, le pregunté de nuevo: “¿Alguna vez se ha olvidado de tomar las pastillas? Le insisto porque esta caja debería haberse terminado hace un mes. ¿Seguro que siempre lo recuerda?”

Ella bajó la cabeza y suspiró. "Creo que me olvido... Muchas veces...”

La miré a ella y luego a su acompañante. Comprobamos todas las cajas y descubrimos que tomaba las medicinas cuando ella creía que las necesitaba. Cuando le dolía la cabeza, cuando le picaba más la piel, cuando se miraba al espejo para ver si tenía la lengua sucia… 

Había muchas cosas que no entendía acerca de sus problemas de salud. Algún tiempo después, se hizo evidente que empezaba a tener serios problemas cognitivos…


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