viernes, 23 de octubre de 2015

RADICALES LIBRES

Todos nos consideramos buenas personas y necesitamos cultivar esa bondad en lugar de nuestros aspectos negativos. Es fácil ser bueno y amable cuando uno vive una vida relajada y sin problemas. En ese momento, ser amable no tiene tanto mérito.

Pero en ocasiones surgen situaciones malas y turbias que acaban con esa tranquilidad que uno lleva en su interior. Y nos sacan de esa bondad, tal vez superficial, en la que estábamos viviendo.

Cuando me encuentro en una de esas situaciones o frente a una de esas personas, sólo hago lo que puedo hacer, intentar dar la vuelta a la situación. No quiero acabar cayendo en un camino ya marcado que sólo lleva al fracaso.

Soy una persona muy curiosa, en todos los sentidos de la palabra, me gusta relacionarme con la gente y no soy de las que se conforman con hacer todos los días las mismas cosas, de la misma manera y a la misma hora, sobre todo si veo que no me llevan a dónde quiero ir. Necesito estímulos, me gustan las novedades.

Supongo que sólo la ceguera puede llevar a una persona como yo a pensar que puede quedarse atada a la rutina.

Siempre, ya desde niña, he sido testaruda y constante en lo que me proponía. Cuando decido que quiero hacer o mejorar algo, lo estudio, practico y practico, intentando no dispersarme…

Ayer conocí a una periodista, Sonia Fornieles, redactora jefe de la sección Buena Vida de El Pais, me llamó para preguntarme sobre cuidados básicos de la piel para un artículo que estaba escribiendo. Hablando con ella resultó que es de Almería, como yo, y que compartimos recuerdos y conocidos comunes. Así la conversación con ella, sus ganas de saber, me arrancaron de la rutina en la que estaba instalándome a media mañana, poniendo mi mente de nuevo en estado de atención.

Entre otras cosas, le hablé de los famosos radicales libres, que son como esas situaciones o personas que llegan en “estado excitado”, cuando más tranquila estás, absorviendo tu energía y sacando lo malo que hay dentro de ti.

Seguro que habéis oído o leído sobre ellos.

Sin ponerme muy técnica, los radicales libres son átomos o moléculas con un electrón “no apareado” o “sin pareja” en su capa más externa. Esto los hace altamente inestables y tienden a establecer reacciones químicas espontáneas con la intención de “robar” ese electrón que les falta a una molécula vecina. Pero claro, si les roban ese electrón, la molécula vecina se queda “inestable”.

Cuando un radical libre roba un electrón, por ejemplo del colágeno de la dermis  o del ADN celular, estas células ya no funcionan bien, lo que puede tener serías consecuencias. Por ejemplo, se cree que algunas formas de cáncer se deben a reacciones químicas entre los radicales libres y el ADN que hay en el núcleo de las células.

En cuanto al envejecimiento, el daño prolongado de los radicales libres se considera una causa de muchas enfermedades que aparecen con la edad, como artritis, Alzheimer, arterioesclerosis, etc.

En la piel provocan ruptura de las fibras de colágeno y elastina dando lugar a arrugas, flacidez y alteraciones en el color y textura.

Los radicales libres están en todas partes, son productos naturales que se producen dentro de nuestro cuerpo durante los procesos metabólicos que tienen lugar en él. El metabolismo es una red de reacciones químicas necesaria para mantenernos vivos.

Los radicales libres proceden también del exterior: polución, toxinas, pesticidas, tabaco… También se producen tras la exposición de nuestra piel a las radiaciones ultravioletas.

Nuestro cuerpo tiene capacidad para neutralizar el daño ocasionado por estos radicales, pero si nos exponemos en exceso a ellos se verá sobrepasado y dejará de hacerlo. El resultado es el daño de las células, y visto desde fuera, una piel de aspecto envejecido y cansado.

……

Tras leer y meditar sobre los radicales libres, es imposible que no afloren interpretaciones personales, aversiones, impresiones, ideas negativas, pero siempre trato de contenerlas para poder profundizar. Observar la situación desde lejos, en profundidad, hasta llegar a sus entrañas.

Alcanzado este punto, el aire a mi alrededor se torna en una brisa calmada, todo se vuelve transparente y me invade cierta inquietud, dudas sobre mi capacidad para resolver esa situación tan difícil.

Pero por asombroso que parezca, las ideas siempre acuden a mi mente.

Siento que no estoy sola, que alguien, en alguna parte, está experimentando lo mismo que yo. No se si eso es bueno o malo. Sólo observo. Sólo siento.


…Siento que nadie ocupa un espacio demasiado grande en el mundo.


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