sábado, 26 de enero de 2013

CIRCULOS VICIOSOS


“Se exactamente cómo me pasó esto doctora.” Me decía una paciente con todo el cuerpo lleno de arañazos. “Fue cuando se rompió la lavadora y tuve que estar una semana lavando en el lavadero del pueblo. El día que vi cómo bañaban allí a un perro, empezó a picarme todo. Primero la espalda, yo intentaba rascarme con la ayuda de una vara o frotándome en el quicio de la puerta… luego los brazos, la barriga… me faltaban manos y le pedía a mi marido que me rascara él también… Esa sensación de picor te hace palpitar de un deseo que si no es erótico, se parece mucho…”

A pesar de los miles de artículos publicados continuamente, hay poco escrito sobre el placer de rascarse, puede que porque es tan difícil medir ese placer como definir un olor o un sabor. Son espíritus libres, como apariciones que se presentan sin ser invocadas para desempolvar un recuerdo y conducirnos a un suceso, un momento olvidado. Muchos encuentran un cierto placer erótico en el rascado.

Con los sentidos, siempre me asaltan dudas… ¿podemos clasificar el sabor del miedo como metálico? ¿a qué huele la envidia? ¿tiene sonido el primer beso?

El placer de rascarse se centra en la piel, y muchas veces no comienza ahí, sino en un recuerdo, en el cerebro…

Rascarte es algo que haces de forma inconsciente. Hay muchas razones físicas para hacerlo. La piel puede picar por una dermatitis, por tener la piel seca, por una picadura de insecto, o incluso por una enfermedad del hígado. Es un acto reflejo, y puede dar problemas si lo haces en exceso.

La sensación de picor se origina, como todas las sensaciones, en el cerebro. Durante tiempo se  pensó que era una forma leve de dolor y que se transmitía a través de las mismas vías sensitivas. Pero en experimentos posteriores se comprobó que no era así, inyectaban histamina en cantidades cada vez mayores y sólo conseguían más picor, no llegaban a provocar dolor.

La sensación de picor puede ser contagiosa, como bostezar, (admitid que, probablemente, hayáis empezado a rascaros al leer esto), y es que está muy ligado al cerebro y las vías nerviosas.

Un estudio que examinó el cerebro humano utilizando imágenes de resonancia magnética reveló que el rascado disminuye la actividad en aquellas partes del cerebro donde se almacenan recuerdos desagradables o emociones negativas y estimula la parte del cerebro que atenúa el dolor.

La sensación de picor es también una señal de alarma que nos avisa cuando algo puede ir mal. Por ejemplo, plantas que pueden causar problemas en contacto con nuestra piel o insectos que transmiten enfermedades si nos pican, el ligero roce de estos produce una respuesta inmediata para que nos rasquemos y los ahuyentemos.

Piensa en el picor como en un sistema de alarma que ha evolucionado para avisar al cuerpo y hacer frente a algo que está en contacto con la piel antes de que le haga daño.

Pero rascarse demasiado puede ser perjudicial, es un círculo vicioso. Cuando rascamos la piel demasiado, desestabilizamos los mastocitos, un tipo de célula inmune. Estos liberan histamina, la cual, a su vez, puede hacer que sintamos más picor. Así que, rascarse puede ayudar a aliviar el picor, pero rascarse demasiado en realidad lo que hace es empeorarlo.

Además al rascarse continuamente, la piel se engruesa y obscurece, esto se conoce como liquenificación, un problema de la piel que pica horrores…

Afortunadamente podemos hacer cosas para evitar el picor además de rascarnos. Ante todo si es intenso y sin motivo aparente o con lesiones muy evidentes, acudir al médico por si es necesario hacer un estudio. En caso de que sea leve, ayuda tener la piel bien hidratada, sobre todo en invierno, aplicar paños de agua fría, no llevar ropa demasiado apretada y distraerse, no pensar en el picor…

La idea de no rascarse, de negarse ese “placer” es algo que cuesta hacer comprender a algunos pacientes…




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